Por María Nieto
Puede que hayas tenido un día horrible. Tal vez el trabajo se te ha atragantado, has discutido con tu mejor amigo o puede que hayas metido el pie en un charco y tus zapatos se hayan transformado en una piscina de agua sucia.
Es igual.
Porque aunque sea martes, haga un frío pelón en A Coruña y la noche se cierna sobre la ciudad, en la Sala Mardi Gras el tiempo se detiene. Este templo del rock&roll coruñés celebra este noviembre su mayoría de edad y entrar en él nos convierte a todos en tiernos post-adolescentes, felices y rabiosamente vivos.
En la pista campan a sus anchas jóvenes de todas las edades. El menor ha alcanzado la veintena recientemente. El mayor puede fácilmente triplicarle la edad. Pero los botellines de Estrella Galicia fría y la sonrisa nos igualan a todos esta noche.
Sobre el escenario, una sonriente banda de estética oscura y sonrisa tímida. No son los cabezas de cartel y puede que muchos ni si quiera pensasen en ellos cuando atravesaron el umbral de la sala hace unos minutos, pero los británicos Curse of Lono han conseguido algo poco habitual: convertirse en teloneros protagonistas. Su pequeño show de a penas 40 minutos arranca aplausos y peticiones de bises. Puede que se deba a la fuerza de su sonido de corte americana, o a la voz del vocalista, indescriptiblemente potente y atractiva. O tal vez es por los sombreros de ala ancha que lucen bajista y guitarra. Ella, tan menuda, tan rubia, con los ojos tan cargados de khol y la sonrisa tan suave. Él, tan alto, tan desgarbado, tan intensamente metido en el directo.
No se saben grandes, o al menos no lo demuestran -«Si os gusta la música comprad nuestro disco. Si no queréis gastar tanto, invitadnos a tomar algo. Y si no, pues sonreídnos. Somos una cita de bajo coste».
Cuando terminan -“gracias por habernos hecho sentirá tan a gusto, sois un público estupendo, y este es un auténtico local de rock&roll”-, tras transitar de la América más suave al rock más bailable, la sala está a punto de caramelo. Y entonces aparecen ellos en escena: el gran Chuck Prophet y su banda The Mission Express saltan al escenario de la Sala Mardigras al ritmo de The Waiting y ya no es martes por la noche. Ya no importa si has madrugado tanto que las ojeras son parte de tu estilismo o si has pasado el día arrastrando un agobio tremendo. Es tiempo de rock&roll, y el resto puede esperar.
Aunque la banda viene con la intención de presentar su nuevo trabajo, “Bobby Fuller Died For Your Sins” los de California saben que hay temas que funcionan como un cañón, y no tienen la intención de desaprovecharlos.
Con la sala entregada de antemano, el buen rollo campando a sus anchas y la camisa hawaiana de Chuck presidiendo las tablas, el cantante y compositor charla animadamente con la concurrencia, intercalando castellano e inglés de forma asombrosamente divertida. Así es como presenta “Bad Year”, un tema cuajado de autorreferencia y que honra el sonido clásico de la banda. El público se vuelca, y ellos saben que se han metido a la gente en el bolsillo. A partir de ahora el directo, de más de hora y media, será un paseo divertido, fascinante y exquisitamente agradable para banda y público.
Se suceden los temas, y la noche se empapa de fiesta. “Mausoleum” consagra el sonido de la noche y “Temple Beautiful” logra que ya nadie quiera volver a casa. Y mientras, la banda disfruta de lo lindo, algo que transmiten sin pudor y que contagia energía entre un público cada vez más entregado a la causa. Esta noche todos moriríamos por el rock&roll si Chuck nos lo pidiese. Menos mal que lo que nos pide es que lo vivamos bailando.
Con “Wish Me luck” ya no hay vuelta atrás. Chuck cede el micrófono al público, se baja del escenario, pasea entre los presentes… desgrana un solo de guitarra que no deja pie a dudas: han ganado. Todos tenemos esta noche 18 años y la Sala Mardi Gras acaba de abrir sus puertas.
Se van. ¿Se van? No podemos permitirlo. Todo el mundo pide un bis y The Mission Express no pueden -no saben- decir que no. Suben de nuevo al escenario y piden un traductor. Nadie se atreve, hasta que un valiente capaz de reinterpretar en Koruño (el idioma local) las palabras con acento de california de Chuck se lanza.
La historia es hilarante. Habla de robarle el coche a tu madre y escaparte a San Francisco a escuchar en directo a una banda brutal con la que, años más tarde, terminas compartiendo entretenimientos nocturnos no demasiado legales en un apartamento. Y así nos dejan Chuck Prophet y su banda: con una versión de Flaming Groovies brutal, el alma enaltecida y la firme convicción de que, desde hoy, todos tendremos 18 años para siempre… incluidos los miembros de Curse of Lono, que bailan despreocupados entre el público recibiendo halagos por su directo, hasta de la propia Mission Express. Esto es rock&roll amigos. Nada más. Y nada menos.