Ahí está, con una sonrisa impertubable y una mirada curiosa; 35 años cotizados en la música. Casi se ha acabado el repertorio cuando anuncia que va a descender «al corazón de la canción» en «Burn«, una de las destacadas herencias de The Dream Syndicate, la banda de rock alternativo que lideró en los 80 y que, tres años después de la reunión, ultima nuevo álbum con temas recién horneados. Steve Wynn intima con la armónica por única vez. Para terminar el cuerpo central abre al gas butano con «The Days of Wine and Roses», cuyo disco homónimo tiene más de tres décadas.
Tras un rápido protocolo previo al bis (y esa fracción de segundo en el que el artista es engullido por tantas cabezas), el norteamericano regresa convencido y se aferra a la Gibson. Definitivamente, «para los que vuelven a casa conduciendo y sobre todo para los que vuelven en coche y no conducen», fragua con agresividad «Amphetamine», química pura.
Él mismo contribuye al estruendo, se acerca al micrófono y se suma a los «uuusss» de un público cautivo. En el Torgal de Ourense, este clásico del rock incomprendido ha dado pie a la nostalgia. Varios cuarentones con ropa de veinteañeros hoy han sonreído. Uno de ellos lo abordó con mirada enternecida y una sola petición: «How’s my little girl». Wynn accedió en el directo. «¿Por qué no? es mi frase favorita en español». Al terminar hizo público el esfuerzo que había supuesto «para sus dedos» devolver al escenario esa canción, single en 1997.
El Café Torgal de Ourense lo acogió este jueves en el American Autumn – Son Estrella Galicia, ampliando la lista de nombres de altura que han llenado el pequeño local gallego. «En Nueva York, mis amigos Will Johnson y Craig Finn me dijeron: «Tienes que tocar en el Torgal». La entrega, la escucha en silencio y hasta el ruido aceptable de un aficionado que marca el tempo con su pie en la madera, que crepita. «Gracias Ourense en mi primera vez. Volveré», añadió más tarde. Durante toda la noche se explicó en un español más que solvente.
«Solo! Electric» se llama la primera gira de Steve Wynn con decibelios pero sin compañía. En España, con 8 fechas de conciertos, lleva bajo el brazo un cedé para la ocasión, que recoge las versiones del directo. Quinientas unidades de edición limitada. El repertorio donde elegir es inmenso -ha grabado unas 400 canciones- y el esquema del directo también varía. Desde los paisajes recostado sobre la guitarra, con ligeros ecos de pedal y voz, hasta los bramidos de las Gibson e Eastwood, su guardia pretoriana, que va alternando.
A los 55, madura con la textura vocal de Bob Dylan, Elliot Murphy o Willie Nile. Tras himnos del pasado como «When you Smile», que desprovista del ruido original destila melancolía (cuando sonríes no sé qué hacer / porque podría perderlo todo en un minuto o dos), Wynn abre el paso a canciones de otros proyectos en paralelo, como The Baseball Project.
El arte se traslada de repente de escenario. Wynn tiene a su propia Yoko, que escucha atentamente el concierto y cuando termina despacha sus discos, en perpendicular a la barra. Él garabatea las cubiertas y las personaliza, mientras llueven los elogios. El artista, en otra faceta, también ha diseñado su propio póster de gira, pintura honesta y hecha a pulso, como su carrera.