“Gastemos el dinero que nos queda, hagamos algo absurdo; amémonos, hagamos algo para enamorarnos otra vez”. Pumuky se presentaba en la sala El Sol de Madrid con una actitud humilde y sencilla, casi tímida, haciendo valer de principio a fin su “Justicia poética” (Jabalina, 2015) sexto trabajo que desgranaron sin dejar ni siquiera un tema fuera. La formación, creada allá por el año 2003, daba una lección de, precisamente, “justicia poética” con temas basados en la sinceridad a quemarropa y el reflejo de una mentalidad líquida que no exime a ninguno de los asistentes de la ternura y el regocijo de sentir, al menos lo más allegados a la música del grupo canario, una lagrimita simbólica en los ojos.
Empezando con una breve incursión en sus trabajos anteriores con “El innombrable” y “Gara”, la banda formada por Jai Ramírez, Adán Zeus y Daniel Benavides se metía de lleno en “Justicia poética” empezando por el principio (con “Taniyama shimura”, la historia del genio matemático suicida) y terminando por el final con “Crash”. Entre medias, tiempo para volver a los temas de culto de Pumuky, como “El eléctrico romance” («eres mi sitio favorito de toda la ciudad», y el público ya se preparaba para el alubión de intensas emociones) o “Los enamorados”; aunque, paradójicamente, fuera “Si desaparezco” la canción con la que el público de la sala El Sol se animara a corear prácticamente la totalidad de la letra.
“Nosotros estamos vivos”. Apenas sin interlocuciones, la banda de Icod de los Vinos (Tenerife) se lanzaba a una actuación en la que, como ya anunciaron esa misma tarde a Julio Ruiz en Radio 3, se permitirían el gusto de desgranar al completo, y en riguroso orden, los temas de su último LP. Y fue casi “justicia” el hecho de volver a ver a esta banda de culto en la capital, comenzando una de sus giras más completas por el territorio nacional. El público así lo sentía, mostrando un respeto absoluto y casi sagrado durante la actuación de los canarios.
La camiseta de Jai Ramírez, líder de la banda, nos sonreía desde el escenario mientras su grave voz nos exhibía minuciosamente un trabajo lleno de ternura enfrascada en melodías lo-fi, noise y casi shoegaze. Oscuras, honestas hasta hacer sangre y tremendamente introspectivas. Casi como una metáfora del doble homenaje que esconde su nombre: Pumuky; un simpático personaje de animación alemán y título de una de las canciones de Niño Gusano, referente de la formación canaria. Seriedad e ingenuidad a partes iguales.
“¡Mudaros a la península!” gritaba un espontáneo una vez el bolo ya empezó a calentarse. “Bueno, si consigo un trabajillo…” respondía Jai. “Yo te lo doy”, remataba el primero en uno de los momentos más memorables.
Guitarras cargadas, dispuestas para la distorsión, y una actuación que fue in-crescendo durante la hora y media de bolo hasta alcanzar la traca final de luces y controladísimo ruido como marca de la casa Pumuky. Composiciones en las que podemos palpar claramente la influencia de Los Planetas y Sr Chinarro. Todo unido a una actitud generacional y a la desnudez de una puesta en escena que se sostenía de sobra gracias a la entrega de los miembros de la formación. Así fue la actuación de los canarios en la sala El Sol. Desnuda, directa e intachable. De esas que te dejan siempre con ganas de más, como también una agradable sensación de calor en el pecho.