“Esto es muy lindo” nos decía Gabriel Garzón-Montano poco antes de concluir su concierto fin de gira en el Teatro del Arte. Unas declaraciones sencillas y familiares para una audiencia que se mantuvo complaciente ante los deseos del artista durante todo el espectáculo, coreando , bailando y palmeando a la menor ocasión. Y es que, tan solo a base de un teclado, una batería y tres pantallas reflejando las fantasías oníricas que se desprenden de su primer EP (reeditado en forma de LP en vinilo) “Bishouné: alma de Huila” (Styles Upon Styles, 2014), el joven franco-colombiano hizo gala de las dotes que le han convertido en “gran promesa” durante un espectáculo que fue, sobre todo, “lindo”.
Desgranando la semilla que le ha convertido en el niño mimado del future-soul actual (la palabra “bishouné” no deja de ser una transcripción cacofónica y equivocada del cariñoso apelativo con el que su madre se refería a él de pequeño, algo así como una raíz en francés), Gabriel Garzón-Montano se deshizo en pasión durante su espectáculo sonoro-visual en el Teatro del Arte. No en vano, se trataba del final de su gira europea y de su primera visita a Madrid, ciudad que no llegó a pisar durante su última estancia en tierras españolas durante el BAM Festival. A pesar de estar maniatado por el teclado, del que parecía hacer sonar melodías imposibles, el multi-instrumentista franco-colombiano no perdió la oportunidad de hacer dar palmas al público, de emocionarse con sus composiciones e incluso bailar. Se le notaba cómodo a Garzón-Montano, acompañado de las pantallas diseñadas por Santiago Carrasquilla, que daban vida a la motivadora imaginación que se palpa en su único trabajo editado hasta la fecha.
“Estoy como entre cosas. Algo está pasando y no sé bien qué es. Todavía soy un desconocido. Es una época interesante”, declaraba hace unos meses el joven de tan solo diecinueve años durante una entrevista. Gabriel Garzón-Montano parece haber nacido para el triunfo, casi como un talento predestinado. Su madre, Alexandra Montano (música de Philip Glass), le predispuso desde niño hacia nuevas fronteras sonoras que la mayor parte del público solo llegamos a descubrir en la edad adulta (“nada más que ser hijo de ella me dio unos fundamentos que uno no lo puede aprender”, comentaba el joven durante otra entrevista). Su tío, asesinado cuando Garzón-Montano contaba con tan solo nueve años de edad, no era sino el periodista y comediante Jaime Garzón. Y, por esa regla de tres de “dios los cría…”, su primera relación estable fue con Zöe Kravitz, hija de Lenny Kravitz. Referencias más que respetables y cercanas que tampoco hubieran servido de mucho sino fuera por la desbordante creatividad de un adolescente capaz de mezclar la alta cultura y las melodías de Debussy (presentes en “Naeja” o “68”, temas que la audiencia del Teatro del Arte vivió como propios), o Bach con referencias más cercanas a la cultura popular como “El pescador”, con cuya cover se lanzó en pleno directo, convirtiéndose en su único tema cantado en español durante el concierto.
Sea talento o pasión, lo cierto es que el future-soul, o future-r&b (como se ha dado en denominar a la música de Garzón-Montano) cala con facilidad en los oídos de la concurrencia. El joven ha tenido tiempo de curtirse a base de grandes multitudes, ejerciendo como telonero de la gira europea de Lenny Kravitz; y su contundente y directa actuación en el Teatro del Arte fue casi como el paseo relajado de aquel que ya se sabe seguro en su elemento, los escenarios. Una actuación que nos dejó con ganas de más. Y mucho más es lo que, de seguro, tiene que ofrecernos Gabriel Garzón-Montano, ya sea a base de trabajo o talento predestinado. O quizás, más bien, de ambas.