34 y 10 son los números con los que hacer un resumen de lo que han conseguido Reina Republicana. Dos cifras con las que simplificar uno de los álbumes más destacados del año dentro del panorama nacional. Poco más de media hora de música dividida en una decena de temas perfectamente encajados en los que Maite Rodríguez e Israel Medina han dado un giro a su sonido en busca de elementos espaciales que se mueven entre la psicodelia, el dream y el rock alemán, aparcando el lado puramente pop con el que debutaron en 2011. Toda esa unión de fuentes ha convertido a “El despertar” en una obra a la que prestar atención por su naturaleza sintética, pureza nacida de la mezcla que ayer vio en el Teatro del Arte de Madrid su puesta en vivo.
Los susurros de Rodríguez se entremezclaban entre las capas y las proyecciones en un solo concepto, creando un cuadro a la altura de lo que meses atrás habían preparado en el estudio. El habitual telón negro del recinto capitalino se había sustituido por uno blanco en el que se dibujaban de forma leve figuras analógicas que seguían la temática retro del clip de “Ahora que hace bueno”, single con el que presentaron su nuevo sonido y canción capital dentro del álbum.
El encargado del saque de centro fue Brian Hunt, intermitente en su faceta en solitario a la espera de la continuación de su debut “I Lost My Glasses”, publicado hace más de un lustro que coincidió con el fin de Half Foot Outside, la banda que compartía con el propio Medina. Hunt ha dedicado los últimos años a formar parte de proyectos como Tuya y Templeton -con los que publicó el año pasado el más que recomendable “Rosi”-, dejando aparcada su carrera en solitario. Ayer fue el momento en el que el músico que compartió estudio con Russian Red o Anni B Sweet mostró parte de esas canciones casi secretas escudadas bajo la batería de Juan Diego Gonsálvez, habitual compañero de correrías musicales.
Pequeños problemas técnicos al inicio de la actuación de Reina Republicana permitieron ver “El despertar” como concepto. Un comienzo enredado que se fue solucionando de forma progresiva hasta mostrar todo el potencial sonoro que los navarros venían a ofrecer. Las guitarras perdidas entre efectos lisérgicos, los sintetizadores en clave kraut y la potente batería en contraposición al dulce murmullo de Maite Rodríguez fueron cogiendo una bonita fuerza e intensidad que crecía de forma progresiva hasta terminar por todo lo alto.