No había comenzado el directo de Dune Rats y ya se respiraba el olor del pogo. Los geniales Jygüer -licor café en una mano, vidrio de cerveza en la otra- habían terminado de caldear el ambiente con esa psicodelia cachonda que pide a gritos un álbum. Llegaba el turno del trío australiano que ha redefinido ese baile de empujones y la Sala El Sol de Madrid (que ha vivido ya mucho) se preparaba para una noche que se hará complicada de olvidar.
Subieron a trompicones, con el paso torcido y bajo el sonido de la risa maníaca del bajista Brett Jansh. Entonces sonaron los primeros acordes de “Superman” y una marabunta de gente comenzó a subir al escenario como si el resto de la sala se estuviera derrumbando. Dune Rats no son únicamente melodías divertidas hasta el extremo, un par de acordes tocados con descaro, guitarreos nerviosos de Danny Beusa o un álbum debut, “Dune Rats” (Autoeditado, 2014), tan efectivo como adictivo que se transforma en un rayo de creatividad construido bajo la sencillez, digno continuador del weed rock de Wavves. No. No solo son eso. Los australianos son también la máquina perfecta de fabricar locura en un directo.
Dalai Lama, big banana, marijuana. Dalai Lama, big banana, marijuana. Tres palabras repetidas una y otra vez durante dos minutos y que carecen de unión y de sentido. Un mantra que, en manos del trío de Brisbane, provoca y provocó un canto a la rebeldía festiva tan efectivo como el “Fight For Your Right” de los Beastie Boys. Piernas a la altura del resto de cabezas, algún caído en combate recogido por sus compañeros de empujones y una banda que había desaparecido del escenario y que seguía tocando como la orquesta del Titanic en pleno descenso a las profundidades. Un par de decenas de jóvenes se habían tragado a Dune Rats como final apoteósico del concierto. Aún estábamos en la segunda canción.
El resto de concierto no permitía más respiros. Con los australianos es imposible. Las muecas, posiciones imposibles, hiperactividad punk y la alegría que transmiten son una provocación para el que le gusta divertirse. Los trallazos continuaron durante la escasa hora que estuvieron en el escenario de El Sol. Un directo así no puede extenderse mucho más por el bien del personal, tan encendido que las temperaturas subieron a agosto. Que vuelvan pronto.