La solitaria carretera, una banda sonora de lujo como leit motiv y una gira muy especial. El #RyleyWalkerRoadTrip recalaba en A Coruña en una noche diseñada para disfrutar del sonido puramente americano del artista y lo hacía en un escenario de lujo: la sala Mardi Gras.
Y es que pocas salas son tan propicias a la elocuente mezcla de folk inglés, country americano y cierto regusto blues de Ryley Walker.
El artista se propuso desde el primer momento hacer sentir al público como en casa, y lo logró: los recibió desde la puerta del local, sonriente y feliz, y subió luego al escenario sin pretensiones, con su guitarra, una Estrella Galicia en la mano y su compañeros de viaje bien cerca.
Para ellos pidió un caluroso aplauso, y ante una sala llena se disculpó: “lo siento, sólo hablo inglés”. Dijo algo compungido. No importó, y eso que sus discursos se sucedieron, elocuentes y divertidos. Pero con lo que de verdad se comunica estupendamente Walker es con su voz y el rasgueo de su guitarra, y lo dejó claro desde el primer tema.
Punteando con un pulgar derecho protegido por una púa metálica, el artista parece entrar en trance en sus intros extensa y magníficas. Mezcla temas de “All Kinds of You”, su primer trabajo discográfico, con los de “Primrouse Green” el disco que le ha traído a España en una gira alocada y casi épica en la que atraviesa la península en coche.
Intimista y sencillo, cada tema cuenta con su pequeña introducción. Aprovecha entonces para afinar –lo hace con su teléfono, apoyado en el suelo, junto a su cerveza- y anuncia entonces que tocará «Primrouse Green«, el single que da título a su nuevo trabajo. El aplauso se hace ovación cuando asegura que es “un tema especial para la ciudad porque lo toqué aquí antes de sacar el disco”.
Sus punteos se vuelven por minutos frenéticos, febriles. Sus manos vuelan sobre la guitarra y agacha la cabeza, que mueve rítmicamente, con pasión. Sonríe con el ojos cerrados. Walker convierte la música en cadencia. Su voz se vuelve aguda en los agudos, profunda en los graves, y siempre potente y clara, domina el pentagrama y sus opciones.
«Tengo un par de temas más para vosotros y luego fucking fiesta time», anuncia. Y el respetable se ríe, por disfrute y porque no piensan dejarle bajar del escenario tan fácilmente. «Este tema está inspirado en el gran poeta Lorca. Una enfermiza y borracha canción de amor», explica en inglés. Y la Sala Mardigras aplaude emocionada. Casi del mismo modo intenso en que lo hace cuando llega el turno de «Cocaine Blues» un tema en el que se decanta por un estilo menos folk, con cierto toque pop e incluso jazz
«Este es mi último tema», anuncia. Y ante el grito unánime de “no” en la sala, se ríe “Oh dios mío, sí, dejadme irme por favor”.
Pero no le dejan. Y es lógico. Sin duda sabe cómo meterse al público en el bolsillo: cercano, directo, divertido, muy alejado de la tristeza que puede encerrarse en un tema country folk, Ryley Walker ha sabido convertir su directo en una fiesta
«Todo el mundo es guapo aquí, me habían dicho que la gente era fea», bromea mientras regresa con el bis, con una Estrella Galicia en la mano: «una más» dice en perfecto castellano «porque habéis sido muy amables conmigo», añade en inglés, y cierra el concierto con un punteo loco y casi irrepetible en su guitarra.
Un directo lleno de guiños, intimista y cercano, que viaja entre lo bucólico y lo atormentado con auténtica maestría y que termina con un brindis sonriente del artista, en castellano de nuevo: “Salud y Estrella Galicia”.