Jacco Gardner no ha parado de tocar en medio mundo desde que en 2013 publicase su debut, “Cabinet of Curiosities”. Los constantes directos no solo han logrado que el holandés sepa llevar sus canciones a la máxima expresión ante su público. Esa nueva forma de vida le ha convertido además en un antropólogo improvisado, un estudioso que conoce de forma perfecta los comportamientos de la masa que acude a sus citas. Conoce al público alemán y al francés y sabe que no es lo mismo tocar en Lisboa que en Madrid. En ese periplo, Gardner ha aprendido del lado más pasional del español, un lado que ayer supo explotar de la mejor forma posible en un escenario que además conocía la perfección; la Sala El Sol de la capital.
En la nueva aventura que supone “Hypnophobia”, su segundo largo y declaración de intenciones para los que dan por sentado que al álbum se le ha agotado el tiempo de vida, Gardner ha sabido relegar los teclados para agarrar la guitarra. Ha despachado el flequillo y el largo sombrero que ocultaba su rostro y lo convertía en una sombra misteriosa y ha dejado entrar la luz. No había mejor escenario que el de la mítica sala madrileña para ver las nuevas sintonías del holandés, compuestas bajo la nueva formación que le acompaña y con la que en pleno San Isidro demostró que ha logrado la mejor conexión posible.
La timidez que el holandés reflejaba al inicio de la velada se fue diluyendo en una carrera hacia la comunión total con los asistentes. Ayudó comenzar con “Clear the Eye” y “Puppets Dangling”, los dos temas más atractivos de su debut y que sirvieron como rápida introducción para que un público que necesita poco entrase en escena para recibir la inyección en forma de nuevos temas.
La continuación de «Cabinet of Curiosities» es una obra que alimenta ese pop barroco de herencia inglesa que Donovan o Syd Barrett esculpieron hace casi medio siglo. El de Países Bajos ha evolucionado hacia un ambiente más introspectivo en el que se ha atrevido con elementos electrónicos sin negar la alquimia sonora más clásica. Ya no es la psicodelia lo que le acerca al primer líder de Pink Floyd; más bien se trata de esa obsesión por introducir banda sonora a los sueños, musicalizar esa parte nuestra que no controlamos y que supo llevar al directo con la maestría que se le supone.
Aunque su debut fue uno de los álbumes que marcaron 2013 y que “Hypnophobia” está recién salido del horno, los nuevos temas del holandés fueron tan bien recibidos como los de “Cabinet of Curiosities”. Tal vez ayudó la intensidad de la banda acompañante; una argamasa construida en torno a la menuda figura de Jacco Gardner que supo dar intensidad e improvisación a una noche perfecta pero sin sorpresas, porque ya sabíamos que estos chicos son muy buenos.