El Teatro del Arte de Madrid es uno de esos lugares que saben gustarse porque sus carencias no son otra cosa que virtudes. Su aforo, el escenario y la falta de artificios lo convierten en un lugar exclusivo en el que se ve con abrumadora cercanía al artista y lo rodea todo con un ambiente espontáneo que ayer redobló sus características con la actuación del particular Robyn Hitchcock y la debutante Emma Swift.
El tiempo ha querido que El hombre que se inventó a sí mismo, haya tenido que ser el que se reinventarse una y otra vez. Sobrevivir -con magia y algo de fortuna- en la música exige una constante evolución que implica también diversas rupturas y que en una vida profesional como la de Robyn Hitchcock (cuatro décadas) más que un trabajo siempre ha parecido un juego de niños. De The Soft Boys hasta la noche de ayer han pasado demasiados escenarios y proyectos con diferente suerte. Lo que no ha cambiado nunca en el imaginario del músico británico han sido las historias, el humor y los personajes. Tampoco una baraja de tótems entre las que se encuentran Dylan, Syd Barrett, Donovan, Ray Davies o Nick Drake, nombres con los que desmenuzar su vasta discografía. Mucho menos su voz; un tono que ha pasado los 60 años y que sigue escondiendo un reflejo infantil que define el aire y arte de un Hitchcock que demostró ayer que no entiende el significado de envejecer.
Antes de que la extraña pareja se uniera en el escenario, Emma Swift presentó unas cuantas de sus canciones, temas bañados bajo el leve rasgueo de la guitarra en la que su voz, a ratos tímida y susurrante y a ratos angelical e imperial, demostró que no se trataba de un mero entretenimiento a la espera del antiguo vocalista de Soft Boys y que, unido a este, se presentaba como una nueva e interesante faceta en su ya dilatada vida sobre los escenarios.
En “The Man Upstairs” (Yep Roc Records, 2014), Robyn Hitchcock recuperaba su faceta más folk y esa fue la que presentó ayer en Madrid. Guitarra en mano al igual que minutos antes había ofrecido Swift, el de Londres no se olvidó de temas más lisérgicos como “Full Moon In My Soul” (“La luna llena en mi alma, pero en inglés”, como diría en castellano el propio Hitchcock), la vertiente más rock que desató con The Venus 3 en “Museum of Sex” o incluso una versión limpia y de buen resultado del “More Than This” de Roxy Music. Todo ello para terminar convertido en dupla junto a Swift en uno de esos momentos únicos que el pequeño teatro madrileño es especialista en crear y que cerró una noche que acabó sonando al «Let It Be Me» de The Everly Brothers.