No existe el amor sin apostillas, ni siquiera la hiel confinada en uno mismo, sin una conversación a diario. Los besos, el rencor, la sal y la pimienta de todas la relaciones, se conjugan en una amalgama de emociones, palabras, fogonazos. A veces un pensamiento casi esquizoide nos reconcome. Las letras y una guitarra sirven el punto de partida a Ana Fernández-Villaverde (en el escenario se vale, además, de los sintetizadores) para componer -como buena pintora- el lienzo de sus canciones; texturas grumosas sobre la base del amor total. Así funciona La Bien Querida, su proyecto desde 2007.
Todo el andamiaje, que no es poco, exige una ardua tarea en el directo a David Rodríguez (guitarras y sintetizador analógico) y Frank Rudow (bajo eléctrico, samples y batería electrónica). En 18 temas y hora y media de concierto, la atmósfera pulsátil y rugosa del trío planeó este sábado, en la Sala Mardi Gras de A Coruña, sobre un tema universal como el amor, tan comprendido como inescrutable. Motor del mundo.
Repleto el aforo, cayeron ocho canciones de los tres discos previos, pero predominó el cuarto de la artista bilbaína, una obra conceptual editada en tres partes, entre octubre pasado y marzo, para recorrer los estados naturales de una relación: ilusión, perturbación, amor-odio, frenesí. «Premeditación, Nocturnidad y Alevosía» (Elefant Records, 2015) viaja, con saltos emocionales y autonomía, aunque con un mismo leitmotiv, por todos estos derroteros. Inyectando adrenalina a base de electrónica.
El último trabajo, presentado este sábado en A Coruña de la mano de SON Estrella Galicia, exhibe la paleta metafórica del cambio y las contradicciones emocionales de un enamoramiento. Del repetido y lacerante «No te quiero» de la canción «Alta Tensión», a la épica con cierta dosis de copla tonadillera en «Muero de amor», una especie de ranchera a lo Depeche Mode. Una alegría sin peros que paladea bien lo imposible («hasta cuando me esquivas yo muero de amor»), y es una fase radicalmente opuesta a ese deseo de venganza en el explícito «Ojalá estuvieras muerto». La misma atmósfera perturbadora mueve «Crepúsculo». Entre la secuencia de acordes de Sol-Do-Si-Fa cuyo sonido primario David Rodríguez distorsiona, tiene cabida un verso tremebundo, cargado de sarcasmo en la voz cristalina de Ana. «Que los cuervos te saquen los ojos; las águilas, el corazón. Las serpientes te arranquen las entrañas por tu mala condición».