Texto: María Nieto
Hay que estar muy seguro de tu sonido para componer, grabar y hacer girar 1 EP y 5 LP con exactamente el mismo título. Y que, encima, el título coincida con el nombre del grupo. Guadalupe Plata llevan 11 años haciendo exactamente esto, sin despeinarse, sin frenar, sin titubear, subiendo paulatina pero firmemente en la escala de bandas patrias a las que no perder de vista. Y anoche lo demostraron en el Garufa Club.
Los directos de los de Úbeda con una especie de rito chamánico lleno de magia de la buena. Un buen puñado de fieles -pasando de los 200 anoche-, mucha Estrella Galicia fría, y temas que se suceden uno tras otro sin pausa ni solución de continuidad. Todos suenan parecidos, todos suenan diferentes. ¿Por qué? Porque si algo saben hacer Guadalupe Plata es ser fieles a su propio sonido, una mezcla de blues experimental, sonidos sureños y alma arrabalera.
Arrancan con calma estos chicos: baterías firmes, cuerdas protagonistas. Primeros temas instrumentales y entre el público los pies empiezan a no poder parar. No es directo para estatuas de barra el de Guadalupe Plata, porque los acordes, que parecen transportarnos al desierto de Nuevo México en esta noche extrañamente primaveral coruñesa, están pensados para bailarlos, disfrutarlos, vivirlos… para dejarse llevar.
Cierto: su nuevo trabajo, homónimo, no es igual que los anteriores. Más experimental, más pulido, y con muchas más influencias. No han tenido miedo los Plata de acercarse a otros sonidos y adoptarlos. Han incorporado temas más lentos, como “No te vayas”, o más oscuros, como “Oh Mama”, pero no sin perder de vista sus orígenes muy presentes en composiciones como “Duermo con serpientes”, donde la voz de Pedro de Dios llega a cotas casi inhumanas -ese alarido característico, casi animal, que le transforma en absolutamente inimitable tiene en este tema otros matices nuevos que sin embargo suenan conocidos. Magia, le llaman-.
Mención aparte merece “Paloma Negra”, un tema completamente diferente a todos los demás, que sin embargo combina perfectamente con el resto de pistas.
Todos ellos sonaron en el Garufa, funcionando como un todo singular. Pero si lo nuevo de Guadalupe Plata es esencial, es bueno, es necesario, sus hits son directamente una bala en el corazón: “Calle 24”, “Huele a Rata” y “Milana” terminaron por dar el impulso que faltaba -si es que faltaba algo- a los danzantes que, en primera fila, rendían culto a los chamanes de la psicodelia más rock que ha dado el sonido ibérico en lo que llevamos de siglo. Larga vida a Guadalupe y a sus fieles, que convierten un jueves noche en una catarsis sonora. Y sin despeinarse.
Fotos: Pablo Rodríguez