Por Elena Rosillo
Pocos minutos antes de comenzar el show, una sombra atravesaba el Café Berlín de Madrid de manera rápida y discreta. Bajo una gabardina propia de los mejores espías, el neozelandés Noah Slee apuraba un cigarro antes de lanzarse al escenario. Llovía en Madrid y el día siguiente (como Noah bien sabía) comenzaban las vacaciones. Dentro del Café Berlín, sin embargo, pervivía todavía el verano.
A pesar de contar con tan solo un EP y un LP debut en el mercado, Noah Slee sabe bien cómo hacer aquellos que tanto codician los artistas: “work the room”, o trabajar a la audiencia para convertirse en dueño y señor de sus movimientos. Así, los primeros minutos de show vimos a un Noah Slee solitario en el escenario, aferrado a un micrófono que no soltaría en toda la actuación. De fondo sonaban unas bases pregrabadas que, a modo de mantra, vaticinaban una noche que invitaba a dejarse llevar. Slee entonaba los primeros acordes soul mientras el teclista y el batería se incorporaban al escenario. ¡Boom! Comenzaba una bomba de sonidos nusoul que atravesaban el hiphop y el randb con la facilidad de un bisturí.
“Say yes”, “say ho”, el público comenzaba a aplaudir y corear al ritmo que marcaba el neozelandés y sobraban minutos para lanzarse a bailar. El propio Slee decía sentirse “como en su casa”, agradeciendo a la audiencia su generosidad. “Es mi primera vez aquí, en España. Y creo que voy a volver más a menudo”, comentaba entre tema y tema. Entre medias, canciones (como la vívida Cos you Fly as F**k) que parecían no tener fin. “Por favor, que alguien me pare”, suplicaba Noah ante la incapacidad de parar sus pies, su voz y su propio baile al ritmo que le imponían sus propios temas.
«Sunshine Day», tema recuperado de su antigua banda Spacifix (con la que llegó a telonear a Christina Aguilera en 2009) y el esperado y “exclusivo” (en palabras de Slee) adelanto del disco que verá la luz el próximo verano, Maybe, culminaron con una remezcla de teclados latinos y crescendo rap con el que el neozelandés daba la despedida a Madrid. “Much love, much love. Love love love love”, se despedía Slee, pero nadie lo creía. A los pocos segundos volvía el trío al escenario para completar el bis. “En realidad no me gustan mucho estos protocolos, pero supongo que es la tradición”. Una mezcla, la de Slee, de tradición y modernidad que le ha valido la gloria. Tan solo un tema de regalo, y el neozelandés incluía en su canción los agradecimientos a todos aquellos que han hecho Otherland (Wondercore Island, 2017) una realidad.
En Madrid había dejado de llover, y nosotros nos llevábamos el verano que Noal Slee lleva dentro en las retinas y los oídos. (Y los pies, de tanto bailar).