Por Elisa Iglesias
Es a veces el tiempo, y sólo el tiempo, quien pone las cosas en su lugar. Al final todos volvemos la vista atrás indagando sobre las personas que se ocultan detrás de la figura de nuestros padres. Es inevitable. Partiendo de esta premisa y de una serie de casualidades nació el “Un hombre rubio”, último trabajo en la extensa discografía de esta autora, hija de un matrimonio de daneses tan enamorados de la España de los cincuenta como trasladarse a ella y comenzar una nueva vida. No es su primera vez en el Café & Pop Torgal y con todo el papel agotado desde hace semanas huele a noche de vino y rosas. Segundo lleno consecutivo para celebrar quince años de amor incondicional a la música.
Rosenvinge se sube al escenario acompañada de su banda con ese aplomo exclusivo de los más grandes. Temas como “Niña animal”, “Berta multiplicada”, entre otros, nos introducen sin rodeos en el cancionero dedicado a su progenitor. El hombre y su masculinidad sometidos a antiguos mitos que Rosenvinge derrumba a golpe de guitarra y sobriedad en las letras. “Pesa la palabra”, inspirada por la convulsa relación paternofilial de Manuel Benítez y Manuel Díaz, los dos toreros y apodados El Cordobés, en la que Christina se pone en la piel de ese padre que no reconoce a su hijo. “La joven Dolores”, EP de 2011, hace acto de presencia con el tierno “Jorge y yo”, la dulce ironía de “Romeo y los demás” antes de regalarnos el clásico “La distancia adecuada”, canturreado por todo el público en voz baja para volver al hombre rubio. “Romance de la plata” es el descarnado homenaje a ese padre que nunca comprendió la vena artística de su hija y que en directo desprende una emoción contenida, alejada de toda floritura, agridulce como toda ausencia. Tema compuesto exactamente 26 años después de la muerte de su padre, edad que Christina tenía en ese momento; el tiempo y sus atajos. Generosa en su repertorio, de “Ana y los pájaros” pasamos a una breve selección de “Lo nuestro”, anterior álbum de 2015. La reivindicativa “Alguien tendrá la culpa” o “La tejedora” donde muestra su virtuosismo vocal para pisar el acelerador y calzarse de nuevo las botas del hombre rubio. Le canta al amor perdido en la noventera “Afónico”, y finalmente baila con el público, ya conquistado antes del recital, el vals de “La piedra angular” que cierra disco y que cierra la puerta por la que nos ha revelado al hombre rubio que habita en su memoria y su vida. Un placer haber coincidido.