Por María Nieto
Cuando parecía que el invierno se había instalado definitivamente en A Coruña, el sábado 7 de abril la lluvia nos dio una tregua a todos. Y por eso, aprovechando el espíritu rebelde y callejero que los rayos del astro rey infunden, media ciudad decidió arriesgarse y acercarse al concierto que Izaro y Belako ofrecían en el Garufa Club. Porque no hay mejor manera de recibir la primavera que con música en directo.
Izaro arrancaron puntuales, con la dulzura de una voz poco convencional, a caballo entre lo indómito y lo familiar, una de esas voces que remueve pero resulta extrañamente cómoda, como si hubiésemos nacido para escucharla. Izaro salta del euskera al castellano con fluidez y sin inmutarse, se la ve cómoda sobre el escenario y transmite magia.
Izaro se despide con dos baladas preciosas -la primera con tintes fifties, la segunda con aire rumbero- y con un “graciñas” que sabe a hermanamiento, y dan paso a unos Belako en estado de gracia.
La banda vasca presenta «Render Me Nunb, Trivial Violence», su esperado tercer disco. Un regreso que permite a la banda afianzarse en su posición de favoritos de crítica y público, tras 4 años de éxitos sobre los escenarios, combinando festivales enormes con salas pequeñitas, y consiguiendo que hasta los más reacios claudiquen: son buenos, enganchan, son diferentes, son libres, y lo suyo es talento en estado puro.
Con los acordes de Masker comienza la fiesta. El sonido de Belako es contundente y voraz, con guitarras extremadamente marcadas y la voz de Cris Lizarraga, profunda y casi hipnótica, marcando el ritmo impenitente. Un híbrido de rock con toques de electrónica y mucha personalidad propia que ya conquistó los escenarios SON EG en 2015, cuando formaron parte del cartel de un Festival PortAmérica donde lograron dejar huella entre el público. Exactamente igual que esta noche, en la que los presentes -un grupo muy amplio y curiosamente heterogéneo- saltan con las cervezas en alto y corean los temas.
Con «Fire Alarm» y «Mum» se inicia un camino de no retorno. Lizarraga salta, se tira al suelo, baja al público y vuelve a subir… y contagia irremisiblemente esta hiperactividad a los presentes, que aplauden enfervorecidos cuando la banda anuncia «Over The Edge», el tema de su nuevo álbum con el que castigan la violencia de género.
Y es que la banda euskaldún es guerrera no solo en las formas, también en el fondo: feministas, activistas pro refugiados, jóvenes y casi insultantemente decididos, conquistan el Garufa Club a golpe de distorsión guitarrera y fuerza vocal.
“Que a gusto hemos estado”, anuncian a los presentes tras más de una hora de concierto, para pasar a agradecer a los técnicos y al equipo de la sala su trabajo. Llega el momento de despedirse, pero la concurrencia no está por la labor. Quieren más y lo van a tener. Con un eskerrik asko bien alto y claro Belako despide la velada con «Haunted House», un tema que cinco años después de ver la luz continúa fresco y potente.
Una banda que ya no tiene nada que demostrar porque ya han logrado hacerlo: Belako han conseguido hacerse un merecidísimo hueco entre la escena musical patria que consolidan con este nuevo trabajo. Nos queda “tralla” para rato (y menos mal).