“Esta noche hay que enamorar”. Primera frase de Luis Basilio antes de comenzar un combate de guitarras y desparpajo que atravesaría la noche del sábado en la sala El Sol dentro de una nueva jornada de SON Estrella Galicia. Arengas de una sala llena y gritos. Más bien de aullidos. “Un, dos, tres”, tiraba la caña Luli Acosta tras la batería. Cerveza volando. Pogo instantáneo en las primeras filas. Pronto se extendería como una plaga de locura. Los Nastys llegaban a casa tras un periplo que les ha llevado por Sudamérica, Estados Unidos y Francia y Madrid sabía que el concierto no iba a ser uno cualquiera.
Eso de que nadie es profeta en su tierra no va con un cuarteto que conoce cada esquina de cada sala de la capital. Tras años girando e insistiendo con una propuesta que conoce su mejor momento ahora, Los Nastys publicaron a primeros de marzo “Noche de fantasmas con Los Nastys”, su álbum debut y causa por la que visitaron la sala El Sol la pasada noche junto a los barceloneses The Saurs, encargados de abrir la noche y presentar también su primer álbum; “Magic Shape”. El resultado de esa lucha es cerrar la taquilla de la sala horas antes de dar comienzo el show, algo que no consigue cualquier banda.
En el escenario, escrito “Los Nastys” en fluorescente sobre una manta sujetada por cinta aislante y que cubría el logo de El Sol. En el local, una masa de juventud alborotada que forma ya parte del bodegón que son los de Madrid. Entre ellos, una cuarteto formado por los hermanos Basilio (Luis, cantante y guitarra y Fran, guitarra), Omar Montalvo (bajo) y Luli Acosta (batería), cuatro piezas que han aprendido a funcionar como una sola máquina de diversión y descaro.
Toda la algarabía y movimientos agresivos entre el público se tornó marabunta peligrosa tras el primer tema. Dos minutos de calentamiento y ese tímido pogo del comienzo adquirió magnitud y hasta forma de ola. Las primeras filas caían sobre el escenario en ráfagas a las que le quitaban gravedad las sonrisas y gestos de celebración. La casa de Los Nastys estaba hecha un brillante desastre.
Si hace apenas unos días la banda estrenaba el videoclip de «Baby» -imágenes de un lúgubre concurso de drag queens- parte del público decidió que, al sonar el tema cuando el concierto llegaba a su ecuador, era la hora de actuar y celebrar una de las canciones con más garra y que mejor definen a la banda. Para ello, cuando apenas sonaban los primeros acordes, fueron subiendo al escenario para convertirlo en un caos. Primero un espontáneo. Luego otro. Y otro más. Media docena hasta acercarse a una veintena entre la que Los Nastys se diluyeron. Tomaron el micro, asaltaron la batería, desconectaron las guitarras. The Stooges. Vuelta a empezar «Baby» tras un pacífico desalojo.
Lo del escenario fue anécdota, no la marejada humana que golpeaba y se abría paso. Hasta el último momento, hasta el último aliento del concierto. La celebración se alargó hasta que los cuatro abandonaron el escenario, quizá se extendió fuera de las paredes de la sala El Sol y acabó de día. Sí, Los Nastys enamoraron con su cortejo bruto y sudorífero.