«Hola, me llamo Ramón y voy a tocar unas canciones«. No existe mejor declaración de intenciones para arrancar un directo.
The New Raemon se subía a las tablas de Playa Club como aperitivo de lo que será en julio en Atlantic Fest, y lanzaba esta proclama antes de arrancar con «Oh! Rompehielos», el tema que da título a su último trabajo, un álbum nacido de las cenizas del «nos vamos» que la banda había abrazado un par de años antes y que sin embargo se ha proclamado como uno de los grandes descubrimientos indies del momento.
«Ahora voy a tocar una de las tres canciones felices que tengo» bromea el artista antes de dar vida a los acordes de «Reina del Amazonas«. Su directo en acústico gana cierta cercanía y desnudez que imprime carácter, expuesto ante una audiencia que corea el tema como una plegaria unánime y sonriente
«Y ahora voy a tocar la canción más triste que tengo para compensar«. Y el público estalla en aplausos y carcajadas, mientras el artista encara «El Yeti» con una languidez que desmiente su guitarra. Y mientras Ramón encara ese estribillo que desgarra el corazón… «Es mejor no volver a verse«… Entre el público hay quien canta con los ojos cerrados.
«El Yeti» da paso a «Quimera«, y tras ella llegan los temas clásicos, encabezados por «Lo bello y lo bestia» un tema de tercer disco convertido ya en himno underground y generacional, que desata coros en las primeras filas. Los punteos que acompañan el estribillo son delicados y elegantes, llenos de fuerza contenida.
«La Ofensa«, del disco «Tinieblas», íntima y preciosista, se ve brevemente interrumpida por alguien que al fondo habla algo más alto de lo recomendable. El propio público la hace callar y el artista lo agradece en medio del tema ante el aplauso general.
«La Cafetera» da pie a una la anécdota de la noche «es el primer tema que escribí en castellano, y a la gente le gusta así que la toco. La podéis cantar si queréis, que a mi ya me aburre«, bromea el artista.
A estas alturas de concierto la atmósfera ha cambiado, es distendida, divertida, casi familiar. Así llega «Sucedáneos»
Mientras el público aplaudo The New Raemon arranca con «Te debo un baile«. «Es mi canción más famosa y resulta que no es mía, que es de los chicos de Nueva Vulcano, que estoy encantado de pagarles sendas paellas cada mes en cuanto llega el SGAE», bromea.
«Y ahora voy a tocar la única canción que tengo que es ficción… Todo lo demás es basura, pero esta está inspirada en el mito de Pigmalión, la escribí para hacerme el culto, cosa que no soy«, cuenta The New Raemon al dar paso a «Galatea«.
Cuando llega el momento de hacer sonar los acordes de «Hundir la flota» la noche es ya una fiesta. El público se ha ido acercando al escenario perdiendo el pudor que siempre produce un acústico, y el artista ha logrado derribar por completo la cuarta pared. El concierto -voz, guitarra, alma- se ha transformado en un coro de amigos arropando a quien se arranca con los temas que se aman, se viven y se recuerdan.
«Voy a intentar tocar la otra canción feliz que tengo, que no parece que la haya escrito yo«, bromea. Y arrancan los acordes de «Estupendamente«.
«Y ahora voy a tocar una canción que escribí después de echar un kiki en 2007, que además es un plagio de una canción muy famosa«. El artista está ya en auténtico apogeo y el público se carcajea. «Esta es una canción para acostarse, pero hoy no que es viernes y esta es la tierra del licor café«, sentencia… Y en medio del tema se lanza con Chris Isaac y su «Wicked Game» para terminar haciendo una parodia de Martes y 13.
Un culmen maravilloso que da paso a Faber -Estudio3-, que sube al escenario a sortear un abono para el Atlantic Fest.
Y como lo prometido es deuda, tras el sorteo llega el último tema. Y a la plegaria de «podéis veniros más cerca» el público responde al unísono y se eliminan por completo los centímetros que quedaban entre el respetable y el artista.
Y con «Tu, Garfunkel», y un auténtico show de karaoke coordinado que combina el humor más desternillante -Ramón se descubre como un magnífico imitador digno de la mejor retranca gallega- con lo mejor del indie pop termina un acústico atípico, capaz de convertir el pop melancólico en auténtica fiesta.