Fue a mediados de los años sesenta cuando el término “psicodelia” comenzó a darse a conocer. Hasta entonces, el palabro proveniente de la unión de los términos griegos “alma” y “manifestar” tan sólo contaba con ciertos referentes en las vanguardias europeas. Fueron los sesenta la década marcada por la toma de control de la juventud con respecto a un mundo gris y caduco, de la experimentación, la imaginación y la diversión frente a las responsabilidades y convencionalismos. Y la música, como siempre, sirvió de hilo conductor capaz de canalizar la experiencia lisérgica en puro arte.
¿Cuánto queda de la psicodelia primitiva en la actualidad? Lo cierto es que pocos géneros pueden presumir de haberse mantenido al margen, ya sea gracias a la inclusión de coros mántricos, de líneas de teclado reiterativas, o de pedales de distorsión, o de todos aquellos instrumentos capaces de recrear la sensación de trance y clarividencia en la mente del respetable. El género se encuentra bien vivo, y así pretende demostrarlo el ciclo 100% Psych SON Estrella Galicia, dirigido entre Giradiscos y Universalodds. Desde este mes de abril hasta junio, Madrid vibrará de nuevo con los fosforescentes sonidos de la sinestesia hecha música a nivel internacional.
Fue la debutante súper banda Melange (si es que ambos términos pueden llegar a conjugarse) la encargada de inaugurar tan extraordinario ciclo, cómo no, en la sala El Sol. Un anticipado sold out avala la experimental propuesta de Daniel Fernández (bajista, voz y sitar, también en Lüger, Magic Bus, Los Imposibles), Miguel Rosón (guitarra y voz, también en Bucles, Novak), Adrián Ceballos (batería, también en RIP KC, Los Cuantos, Mohama Sanz) y Mario Zamora (teclados, también en Lüger, Reserva Espiritual de Occidente, Cachalote, Tus Hijas), acompañados en tan insigne ocasión por Sara Muñiz a la viola y Luis Erades al saxo.
Se trataba del concierto de presentación, no solo del ciclo 100% Psych, sino del primer disco (y doble LP, para no quedarse cortos) de Melange. La banda, que referencia con su nombre a la droga-especia que permitía alcanzar la capacidad oracular y la super-cognición a los personajes de la saga Dune (Frank Herbert), no se quedó corta a la hora de demostrar cómo su música puede llegar a producir los mismos efectos en los cuerpos reales de aquellos que asistieron a la sala El Sol, tanto como en los imaginarios de la conocida colección de ciencia-ficción.
Quince temas elegidos de manera conceptual y casi narrativa en el doble LP y desordenados a antojo de los Melange en la sala El Sol que hicieron entrar en ecléctico trance a una audiencia incapaz de dilucidar la cantidad de referentes inmersos en cada una de las piezas que, unas con más «Solera», otras con «Nuevos Ritos», algunas con un extraño «Despertar»; homenajeaban a toda la historia de la música hispánica en tan solo una hora y media. De manera transversal, la psicodelia de los Melange recorrió el paso a la polifonía del Renacimiento, el pensamiento oriental encarnado en el estupendo sitar de Daniel Fernández, el salvajismo del saxo de Luis Erades, el misticismo del armonio manejado por Mario Zamora y el innegable sabor folk (qué es el género pop sino una evolución del folclore popular) de la viola decorada con florecillas blancas de Sara Muñiz.
Melange demostró con creces haber aprendido la lección de los maestros a los que acompañaron (Javier Colis y la Femme Fakir parecía hacerse presente en la distancia) y estar a la altura de aquellos que les sucederán durante las próximas semanas (Gnod, Prince Rama, Blood Sport…). Al igual que la batería de Adrián Ceballos, rociada de agua para mayor impresión visual, el sonido Melange, cómodo en la ya mítica sala madrileña, salpicó rítmicamente el cajón de sastre que guarda a modo de idiosincrasia cada asistente. Y, mientras unos creían ver reflejados a Vainica Doble o Triana en las composiciones de este «Melange» (Producciones Peligrosas, 2016), otros simplemente se dedicaban a disfrutar del cóctel. El buen maridaje es lo que tiene, que entra de manera digestiva, trastorna los sentidos y te permite alcanzar la sabiduría con un par de canciones.
Y sin resaca.