“Hay millones de planes que podríais haber hecho y habéis elegido venir aquí. Nos hace muy felices”. Estaba a punto de concluir la noche y Alondra Bentley estaba sola en el escenario para interpretar “…” (Dot Dot Dot) en acústico, sin el cuarteto que le acompañaba durante todo el concierto. Hacía esa confesión a una sala El Sol llena hasta la salida, un público que un par de horas antes formaba una cola que iba desde la calle Jardines a su esquina con Montera. Estaban allí para ver la presentación de “Resolutions”, nuevo álbum de la angloespañola publicado a finales del año pasado y que se ha convertido en una sensación. Porque en Bentley todo está lleno de sensaciones.
Puede que a los músicos que apuntan tan alto en sus grabaciones les pese el directo. Alondra Bentley apostó all-in y experimentó. Lo hizo con un “Resolutions” que saca los sintetizadores, elimina la pureza sonora de su primera etapa para indagar en coros, guitarras amplias y seducción sonora. Junto a ella, Matthew E. White como productor, uno de los nombres que más pasión levanta en el rock desde su debut en solitario. Bentley apostó y ha ganado. El resultado es un trabajo que no deja de crecer con las escuchas. Quedaba defenderlo en directo.
Decíamos que ese all-in en el álbum podía pesar el directo. Otros músicos, un artista metido a productor que ya demostró su valía trabajando junto a Natalie Prass y unos arreglos que tiñen de detalles el álbum. No sucede. La artista ha depositado los 40 minutos de su LP en manos de su gente de confianza, un cuarteto de altura que ha sabido entender adaptar el trabajo al directo, por momentos elevarlo con la trompeta de Pepe Andreu (elbicho) como secundario de lujo.
Abría la noche “Pegasus”, introducción cargada de experimentación que, tanto en el álbum como en el directo, hacía de cabecera para “What Will You Dream”, una de las grandes canciones de la nueva Alondra, que sigue igual de espontánea que siempre pero que está más segura que nunca. “No pasa nada. Haremos del problema una virtud”, decía cuando, al acabar “Our Word”, tenía claro que los teclados no estaban como esperaban. Los problemas empequeñecen hasta parecer nimiedades cuando sobran recursos. Y la de Lancaster tiene unos cuantos. Quizá el mayor es su voz, que apenas necesita mayor acompañamiento. Sutil, llena de clase y con la capacidad de engrandecer cualquier tema, Bentley interpretó “Mid September” sin el toque electrónico del que hace gala en “Resolutions”. Fue cuando la guitarra de Xema Fuertes creció en intensidad para crear densidad, hacerlo más profundo.
A partir de ahí volvieron los teclados y sonaron “Of All Living Creatures, Why a Human Being?”, “Giants Are Windmills” o “One Friday Morning”, canciones pasadas con nueva vida gracias a nuevas sensaciones. “Effort and Joy” resplandecía en el escenario del mismo modo que lo hace en el álbum. Luego sonaba “Don’t Worry Daddy”, dedicada a su padre, presente y que al principio del concierto ya había aconsejado a su hija sobre el sonido. Espontaneidad heredada. “The Garden Room” perdió la atmósfera jazz, “My Sister and Me” parte de su aire country. Ambas agarraron cierta esencia Chris Isaak en un giro de altos vuelos para terminar un concierto vibrante. Había muchos planes ahí fuera. El directo de Alondra Bentley y una sala repleta demostraron que aquel era el plan correcto.