Como en los mejores brindis, Los Deltonos vuelve a Galicia con “Salud”, su último álbum.
Los Nortones abren una noche que promete convertirse en un anclaje: sabemos lo que somos, sabemos que nos gusta, y lo disfrutamos.
Una oda al «Viva al rock&roll» que ha atraído a muchos coruñeses, venciendo la desapacible noche que se cierne sobre la ciudad. Ni la lluvia intermitente pero imparable ni el viento esquivo parecen motivo suficiente para que la concurrencia se quede en casa. Los Deltonos regresan a los escenarios gallegos, y eso hay que celebrarlo.Nortones hacen una gran labor de teloneros. Media hora larga de rock sencillo, clásico, eficiente, eficaz. Bueno.
Tan bueno que consiguen dejar al público en ese stand by perfecto de espera. Suben Los Deltonos al escenario y susurran «no puedo sacarte de allí«, y convencen con sus acordes que suenan a espacio sin tiempo, a ese rincón donde no mueren los recuerdos.
La banda conserva la actitud de sus inicios y ha ganado en saber estar sobre el escenario. Llevan tantos directos a sus espaldas que saben conquistar. «Ya cometerás un error«, cantan, pero ellos parecen conocer perfectamente la hoja de ruta: ritmos pegadizos e irresistibles, guitarras con un toque gamberro, una batería irresistible y letras que parecen parte de imaginario colectivo.«Súbete atrás» arranca la banda, y el humo llena el local impulsando la imaginación.
«Estamos presentando nuestro disco nuevo que se llama salud«, explica Hendrick Röver, «y la revolución está en vuestras manos«. Parece consigna suficiente para convencer a los pocos escépticos presentes en la sala.
Es su último trabajo, pero claramente no el primero. La banda destila tablas tanto en lo sonoro como en la puesta en escena. La gente empieza a agolparse en las primeras filas, el poco espacio sobrante se condensa al fondo del local. Y el concierto lo merece. Las guitarras ganan protagonismo por minutos y el solo que enciende la sala al ritmo de «lo vi venir, lo vi viniendo» es un ejemplo imparable.
«Salud» tiene a penas cuatro meses de vida pero indiscutiblemente crece sano y rotundo. Sin renunciar a las bases rítmicas y acústicas que les dieron su cuna dorada, Los Deltonos han conseguido crear un álbum moderno pero clásico que ofrece lo que promete: 12 temas de puro rock&roll en español.
La cadencia imparable que acompaña el «qué podríamos hacer estando solos tú y yo» eleva la temperatura de una concurrencia que a estas alturas ha optado por perder ya la perspectiva: sí, mañana es viernes pero hoy es jueves y tocan Los Deltonos, y eso es lo importante.
La banda se toma un pequeño respiro para afinar y de paso elogiar el buen hace de sus teloneros, Los Nortones.«Tripas» sirve de telón de fondo para un solo espectacular a la guitarra, o mejor dicho, para dos: uno durante el tema y otro justo al terminar, a modo de epílogo, absolutamente demencial y creativo, que termina en un crescendo fantástico que arrastra al siguiente tema.
«Hay un infiero, y es aquí«… Aunque claramente es un infierno cálido y buscado. Le Club es un hervidero y es adictivo.
La sala se viene arriba con el «si hay que gritar, gritemos» que convierte el concierto en un auténtico recital de talentos a la guitarra, y la noche avanza.
«Es un placer como siempre estar aquí está noche que toca su fin. Esta es la canción que da título al disco» explica Röver antes de comenzar a desgarrar las cuerdas de su guitarra con energía. Con los vasos en alto la sala grita «Salud«.Los cántabros parecían reservar la artillería pesada para los bises: temas clásicos que desatan los coros entre el público con energía y palmas sincopadas. Entre los presentes: modernos, rockeros, bellezas atemporales, pandillas de cena navideña de empresa… Y todos en perfecta comunión aplaudiendo un rock con sello patrio, calidad contrastada y eficacia indiscutible.
En realidad, para ser justos, deberíamos hablar de dos sesiones de bises, porque el respetable insistió tanto en el «otra, otra«, incluso una vez que la banda hubo abandonado por segunda vez el escenario que Röver tuvo que volver a recuperar a sus chicos y pedir al dj que apagase la música ambiente que ya empezaba a sonar en el local para volver a desgranar notas al ritmo de frenético rock&roll para apaciguar los ánimos y templar los espíritus, enardecidos y perdidos en el ritmo de la noche.
Y así, con los acordes de «Soy un hombre enfermo«, concluía un directo que con toda probabilidad fue el preludio de una larga e inolvidable noche para muchos (con o sin enfermedad resacosa al día siguiente). Porque en el LeClub solo importaba el rock&roll y el ahora… Y mañana ya veremos.