Cuando Lluis Albert Segura encontró su sonido descubrió un nuevo yo que se convirtió en nosotros de la mano de Pep Mulet, Ángel Cubero y Dimas Frías. Así nació L.A., un proyecto diferente a todo lo que habita el rock patrio, y que este año publicaba su cuarto álbum de estudio, “From the City to the Ocean Side”.
Con él llegaban a Le Club, dispuestos a transmitir una luminosidad sonora poco convencional en este tipo de bandas.
Sin artificios, rigurosamente vestidos de negro –salvo Dimas Frías que lucía algo de color en su indumentaria-, y dejando todo el protagonismo a los juegos de luces y sombras –reales y sonoras- que pueblan sus directos, los mallorquines saltaron al escenario parcos en palabras pero contundentes en sonido.
El sonido de L.A. es una extraña pero increíblemente eficaz mezcla de la luminosidad californiana y el tenebrismo del rock patrio más contundente: guitarras marcadas, baterías generosas y mucha actitud, adornadas con una voz indescriptible e inconfundible, clara y al tiempo rasgada, que hace Segura un vocalista único.
Son parcos en palabras y lo cierto es que tampoco son necesarias: el público se entrega sin reservas desde el primer acorde y para cuando suena “Stop the Clocks” la catarsis es ya irreversible. Entre acorde y acorde cambia el aire.
Escuchar en directo a L.A. es volver a una edad dorada que cada cual ha vivido en su momento. Tienes la sensación de estar asistiendo a algo grande, a una especie de explosión eléctrica y llena de energía que te devuelve a momentos más luminosos e ilusionantes, que te grita al oído “eh, igual es hoy ese día”.
En los acordes de “From the City to the Ocean Side” se puede entrever lo mejor de Matchbox20, lo mejor de los primeros Coldplay… pero todo pasado por un tamiz fresco y personalísimo, sin pretensiones, y esa sensación de estar descubriendo a la siguiente gran banda conquista, atrapa, enajena.
Una hora y cuarto de directo ininterrumpido y sin bises con Segura se encargaba de cerrar con contundencia: “bueno, esperemos que no pasen siete putos años antes de volver otra vez, ¿no?”. Y con esta energía da paso a “Outsider”. Con ella cierran un concierto que deja al respetable con ganas de más, de mucho más… y, por supuesto, antes de que pasen siete años.