Aly subraya en Twitter que se ha sentido como una princesa. Es un momento esporádico de dulzura, como en algunas de sus canciones, que empiezan tenues hasta que estallan y se ponen rudas. Lleva los pantalones rotos -bromea- por una gira de 2 meses por Europa. Hoy, domingo, el último día, está sola. Ella y su Fender eléctrica. Bueno, y setenta personas que llenan el salón exiguo, siempre hospitalario, del Torgal de Ourense y se arroban con su voz, que juega a las emociones: te mece con un estilo discursivo y de repente brama y te agita.
El café se entrega, como acostumbra, en la tercera cita del festival American Autumn – SON Estrella Galicia. El aire acondicionado gotea, exhausto por un clima incandescente. En esta esquina del Viejo Continente, la americana se despide tras viajes y kilómetros y conciertos presentando «After», su segundo largo. Aly se hace llamar Lady Lamb en la escena. Tiene 25 años y una energía torrencial.
Nadie ha visto en su brazo el estado de Maine. La señorita Spaltro, que vive en Brooklyn desde 2012, lleva su lugar de origen en el deltoides izquierdo. Nadie verá el tatuaje porque estamos en otoño y en todas las canciones salvo en el único bis y definitivo,«Taxidermist» (de su álbum debut, «Ripely Pine») Aly soporta un jersey hogareño. Mientras el domingo gotea, la Fender sube las revoluciones. Su último disco habla de contrarios como vivir o morir e irrumpe en su vida personal, con canciones como «Ten», que buscan respuestas propias en la infancia de su madre. Sola por primera vez en la gira europea, Lady Lamb dice que «no hay un mejor lugar donde estar» antes de emprender regreso a Estados Unidos. En una quincena cambiará España por el medio oeste. Charlottesville, Virginia (allí nació el tercer presidente federal, Thomas Jefferson) es su próximo escenario.
Aly frunce los ojos, los entrevera, ya los ha cerrado mientras recorre el traste. Parece estar reflexionando, procurándose un refugio adecuado, realizando aquella frase de Kafka: «Toda soledad es poca, todo silencio es poco, la noche es demasiado poca noche». Aunque con un punteo reacciona y pasa revista, ojos abiertos, mirando de un lado a otro del local. Cuatro o cinco cámaras musitan en primera fila, a la espera de la mueca mejor. Acostumbra a reproducir siempre un esquema: introducción leve, estribillo acelerado y vuelta al principio.
Cuenta en sus entrevistas que empezó siendo adolescente a domesticar la guitarra y a grabar música, en el sótano del videoclub donde trabajaba. Con apenas 18 se introdujo en el ambiente del indie folk con «Ripely Line«. Se confiesa admiradora de iconos de la escena, en clara línea ascendente, como Sufjan Stevens. Aunque en su infancia se empapara en casa con discos de The Supremes, The Mammas and The Pappas u Otis Redding. De hecho, su primer tema en el Torgal se asemejó a un espiritual, exhibiendo desde el principio todas las costuras de su voz. Lady Lamb está entre el 2% de mujeres con una tesitura contralto, las más grave. Las canciones del directo revelan su cocción: letra, intimidad y una guitarra. Solo toca una hora en Ourense y, al final, exhala un agradecimiento emocionado por el calor del público.
La música se apaga pero nunca se detiene. Aly baja del escenario y recompensa con una foto a los fans, y también despacha discos. Solo han pasado dos años de su visita anterior a Galicia, con el Festival Voces Femeninas. Los mismos productores, Coconut, la han acompañado en su despedida de Europa, en fechas sucesivas en Madrid, Vigo y Ourense. Todo indica que volverá por aquí porque el trato recibido, según asegura al público, fue muy grato. Las únicas cosas importantes en la vida son las que se recuerdan, dijo Jean Renoir. «Hasta la próxima vez», anticipa justo Lady Lamb antes de dejar el escenario.