“Queremos hacer algo especial. Queremos tocar nuestra última canción fuera. ¿Venís?” Así se despedían los irlandeses Delorentos, en pleno callejón de San Ginés, dándole la espalda a la Joy Eslava y dejando atónitos a los transeúntes que pudieron ser testigos de cómo una marabunta de gente salió rauda del mítico teatro para atender a los últimos compases en acústico de una banda que cumple la década sobre las tablas. Y es que a veces, para poder expresar realmente toda la energía y emoción contenida en un directo, hay que empezar por el final.
El principio, sin embargo, tampoco desmereció en absoluto a una gran noche. No en vano se encargaba Juan Zelada – ya veterano en esto de telonear para Delorentos – de calentar a un público que fue llegando poco a poco al teatro Joy Eslava pero que no por ello dejó de bailar cada uno de los temas que este inglés adoptivo, representante internacional del nu-soul español, dejó de proponer al respetable. Desgranando parte de su último LP, “Back on Track” (Muwom, 2015), Juan Zelada encendía a la audiencia con una naturalidad pasmosa, haciendo del escenario el salón de su casa, bailando frente a su teclado e interactuando con su público. “Back on Track” habla un poco del forastero que soy” explicaba el hijo adoptivo de Liverpool, dedicándole el último tema a sus tiempos en Londres, “Four Days”, la más antigua del repertorio de su actuación aquella noche, incluido en “High Ceilings and Collarbones” (Decca Records, 2012).
Poco después de invitar al presidente del gobierno (Mariano Rajoy) vía Twitter a su actuación en el teatro Joy Eslava (no, parece que no vino), los gamberros dublineses Delorentos se lanzaban sobre las tablas ahitos de ganas de hacer saltar al respetable, gran parte del cual estaba conformado por compatriotas irlandeses. “Forget the numbers” abría una noche en la que Ro (teclado, guitarra y voz de la formación) no paró en ningún momento de bailar, saltar y sacudir al público para que le siguiera el ritmo; y en la que Kier (guitarra y voz) comenzó en un elegante segundo plano hasta alcanzar el nivel de su compañero, lanzándose al público de la Joy, tocando entre nosotros y echándose sobre las tablas del teatro.
Protagonizando el repertorio el último trabajo de los irlandeses, “Night Becomes Light” (Universal Music, 2014), el cuarteto no dejó de lado el resto de sus cinco trabajos publicados hasta la fecha, continuando su actuación con “Eustace Street” para seguir después con el single “Show Me Love”. Melodías adictivas y estribillos pegadizos al ritmo de luces epilépticas y un simpático saludo en español: “estamos muy felices de estar aquí”.
Las bromas y guiños con el público, que – para alivio de los dublineses – entendía perfectamente sus peroratas en el idioma de Shakespeare, no dejaron de repetirse. “Esta canción es para los españoles: petarda más petardo, «Petardu”, explicaba con un macarrónico acento Kier antes de dar paso a uno de los temas más sentidos, en el que Ross (batería) dejó los platos para colgarse la guitarra con “Valley Where the Rivers Run” y demostrar que, parte fundamental y definitoria de la banda, es la conjunción del talento de cuatro cantautores, cada uno con su propia idiosincrasia.
Tras esta brecha más acústica, los irlandeses volvían a ponerse las pilas, ofreciendo temazo tras temazo a un público voraz. En un momento dado, Ro aparecía con una grabadora de cassette de aire noventero mientras Kier explicaba que iban a tocar “una canción nueva” que habían escrito “para nosotros”, mientras nos pedía un favor, que repitiéramos el estribillo. Por supuesto, el tema que seguía a este guiño no podía ser otro que “Everybody Else Get Wet”, una canción que forma parte de ese selecto club de temas que se hacen parte esencial de tu banda sonora personal desde el momento en que las escuchas por primera vez. Ese tipo de canciones que parecen viejas, como si ya las hubieras escuchado antes, no por falta de originalidad sino por un aroma universal y una capacidad incisiva para entrar en tu subconsciente.
Con “Dublin Love Song”, “una canción que habla de una historia de amor en Dublín y que hoy queremos que sea una canción de amor en Madrid” y “Sanctuary”, los Delorentos abandonaban el escenario por primera vez y casi con ganas de escuchar a su público corear el consabido “otra, otra”. Pocos minutos pasaban hasta volver a pisarlo, echando el resto, saltando, bailando y tirándose al gallinero para terminar sus últimos temas entre el público. Eso sí, lo mejor estaba por llegar. Porque, para Delorentos, lo mejor está siempre por llegar.