Cuentan que el shoegaze se inventó allá por los años 80 en los EE.UU, y que el nombre de este peculiar género musical vino dado por la costumbre de aquellos que lo practicaban de mirarse los zapatos durante los conciertos. Shoe, zapato. Gaze, mirada. Pero, ¿por qué se miraban los zapatos? Más allá de anécdotas y juegos de palabras, lo que contaba en los días de gloria de The Velvet Underground o The Jesus and Mary Chain era la experiencia. O, mejor dicho, la experimentación en el sentido más sensorial de la palabra. La actitud lánguida escondía un profundo desprecio y frustración de la que harían gala las juventudes de las nuevas generaciones posmodernas. Unos sentimientos que se resumen en atmósferas oscuras, llenas de reverb y chorus que permitan a la psique huir a parajes espaciales, vacíos de metas o contenidos.
Quizás sea ese sentimiento, despojado de propósito y revestido de contundencia, el que más pudiera definir la trayectoria de No Joy, el grupo de Montreal que, durante su paso por el 981 Heritage, dio una lección de academicismo shoegaze sobre las tablas de la madrileña sala El Sol. Centrándose en su último trabajo, “More Faithful” (Mexican Summer Records, 2015), el dúo canadiense formado por Jasamine White Gluz y Laura Lloyd (acompañadas en esta ocasión por un batería y un bajo a quienes parecía unir una especie de telepatía que daba como resultado una coordinación pasmosa) subieron al escenario con la misma actitud con la que lo abandonaron, exactamente cuarenta minutos después, en un directo despojado de mensajes, interlocuciones o cualquier tipo de contacto con un público que se dejaba llevar por los mantras que la etérea voz de No Joy les regalaba; demostrando que la importancia del shoegaze se encuentra en los intermedios. Esos instantes en los que solo se deja escuchar el reverb de las impresionantes guitarras que las canadienses manejan con pericia, y en los que el manejo de los pedales de distorsión te permite dar rienda suelta a tu locura.
“El mundo está jodido. Las jodidas corporaciones y los ricos pretenden venderte su felicidad manufacturada y sus falsas vidas. Así que nadie puede culparte si estás un poco pirado”, respondía la formación canadiense hace poco a uno de sus fans a través de su página web. Un mensaje que podría resumir el espíritu de su «More Faithful» y el devaneo furibundo con alguno de sus singles esenciales durante aquella actuación en la sala El Sol. Con un directo más asequible que el de Sonic Youth – a quienes resulta imposible no recordar con ese guitarreo salvaje del que hacen gala las canadienses -, una estética alejada de cualquier tipo de estética y una clara actitud de pasotismo new age, las chicas de No Joy demostraron que, sí fueron capaces de conseguir aquel “nada desdeñable” 8 en Pitchfork, era por haber sido capaces de seguir al pie de la letra los mandamientos del shoegaze. Un sonido académico, sin fallar una nota, que vale por sí solo sin necesidad de más artificios.