Capaces de convertir el rígido y frío cemento el maleable y dúctil sonido, Havalina conquistaba el escenario de la Sala Super8 en Ferrol con un trabajo redondo que mejora en directo, y eso que su producción es impecable. Pero es que la fuerza de una banda como esta es pasto de las distancias cortas.
Y así lo demostraron nada más subirse al escenario. “¿Podéis acercaros un poco?” pedía antes de comenzar a tocar Manuel Cabezalí, cantante y guitarra de la banda y responsable de la producción de “Islas de Cemento”. El respetable no se hizo de rogar y la distancia entre los músicos y el público se redujo considerablemente. Al final de la noche era simplemente inexistente.
Y es que el poder del directo de Havalina es indiscutible. Un sonido sucio, lleno e riffs y distorsiones, que sin embargo suena límpido y potente, directo y certero como una bala. Sin concesiones y sin tregua, a juego con las letras del disco, inspiradas en el poemario “Manual para conductores borrachos”, escrito por el hermano de Cabezalí.
Es certero el sonido, lleno de melodías imposibles, de intros escépticas que terminan siendo necesarias y de improvisaciones asombrosas y épicas en os remates. Lo son también las letras, sin concesiones, duras, directas, inquietantes, capaces de convertir poemas de amor en agónicos cantos de socorro, desde los nuevos temas a los ya conocidos de sus anteriores álbumes, “H”, “Las Hojas Secas” o “Imperfección”.
Pero sobre todo es certero el estilo y la confianza que la banda desprende sobre el escenario. El trío disfruta del directo, saltan, juegan, se hacen guiños. El escenario de la Super8 es perfecto, por sus dimensiones y cercanía con el público, para disfrutar del espectáculo. Ni una mirada o gesto inocente, cada vez que se miran intercambian energía e instrucciones “dale”, “para”, “vamos otra vez”. Convencen y su esencia destila energía.
Cabezalí demuestra en el directo ser parco en palabras pero hábil con ellas. Con sus 5 guitarras junto a él, y bajo una tenue luz –poco protagonismo buscaba, y poca falta que le hacía, el talento se ve de lejos y sin esfuerzo-, se dirigía al público con sencillez y cercanía: “¿Vais a querer que toquemos otra después?” preguntaba al anunciar el fin, “lo digo porque si queréis otra ya las tocamos las dos juntas, por no bajar y volver a subir y eso”.
Y dos más tocaron. Tres repasar el nuevo álbum y algunos de los mejores temas de los anteriores Havalina arrancaba los bises con “Cementerio de coches”, un tema rematado por un fantástico intervalo instrumental que sirvió al mismo tiempo para que el batería Javier Couceiro pudiese escaparse al baño –urgencias del directo-, y para que Cabezalí se animase a sustituirle aún con la guitarra colgando del cuello, y ante el aplauso del personal primero y de su propio compañero, que observaba divertido la escena entre el público después.
“Norte” sirvió para rematar una noche redonda, que finalizaba con el agradecimiento de la banda a la sala, los promotores, patrocinadores y el público, y que pese a prologarse casi dos horas dejó a los presentes con ganas de más.