En 1995, Ron Sexmith se daba a conocer a un público más amplio con su homónimo segundo trabajo, una especie de re-debut que mostraba la calidez pop que le ha servido como estandarte de su música en los últimos 20 años. Melodías clásicas y melancólicas como la mirada del canadiense para un tiempo en el que el pop atemporal no es para grandes públicos, un hombre que nació a destiempo con todo lo bueno y malo que eso tiene: nunca ha tenido el reconocimiento que debería y eso le ha permitido trabajar sin presiones, creando canciones que se adhieren a los sentimientos y que ayer en el Teatro Lara de Madrid vivieron un nuevo momento de gloria.
“Carousel One” era el motivo de esta nueva visita del canadiense, el decimocuarto álbum en la ya larga carrera de un músico que ha preferido centrarse en crear belleza en sus temas antes que hacer ruido. Pero hablar de sus canciones es quedarse corto en la construcción del personaje como artista; no sólo ha ido ganando adeptos por sus trabajos, sus conciertos son una auténtica maravilla que ayer volvió a quedar demostrada.
Sexmith guarda aún ese aspecto imberbe y añiñado que se conjuga con el estado de su voz. Sigue en plena forma, apenas se aprecian cambios desde su inicios y no hay trampa ni tampoco cartón: en directo suena potente, limpia y cristalina. Con pasos cortos e intensos se dirigió al centro del escenario en una muestra de esa cierta timidez imborrable con el paso de los años. El pelo enmarañado que esconde su más de medio siglo de vida y esa mirada triste en su justa medida se veían iluminados por el foco del teatro mientras su banda -de primer nivel y perfectamente engrasada- comenzaba a desengranar los nuevos temas de este último álbum que sigue en la estela más clásica, bajo la eterna influencia McCartney -el rey de todo esto- pero que también mira de reojo a The Beach Boys, algo que en el concierto acaparó importancia ante los varios juegos vocales que se llevaron a cabo por parte de toda la banda en varios momentos de la noche.
Entre los nuevos temas y un exigido paso para recuperar el álbum que cumplía dos décadas y que ha envejecido tan bien como el resto de su discografía pasó una noche en el que las canciones de estrofa-estribillo-estrofa-estribillo se sucedían como una agradable brisa sonora, sin apenas descansos y con la oportunidad de ver al de St. Catharines también en solitario, siempre amarrado a su guitarra acústica. Con un par de intentos por adaptarse al castellano y recuperar “Eres tú” de Mocedades -uno de los clásicos que suelen colarse en las visitas del canadiense a nuestro país- cerró un directo que, pasada la medianoche, dejó en Madrid el poso de las grandes citas, algo que viniendo de Ron Sexmith tampoco es una sorpresa