Texto: Elena Rosillo
Fotografías: Lolasartphoto
Define el diccionario el término “lisérgico” como un compuesto químico de estructura cíclica y carácter ácido. Un término que se empezó a utilizar en la década de los sesenta y setenta para tratar de explicar aquella música influenciada por las sustancias psicotrópicas (la psicodelia). Y es que, aunque no podamos decir que Isasa o Paracaídas son psicodélicos, lo cierto es que su paso por el Teatro del Arte de Madrid el pasado 12 de junio sí fue, en cierto modo, lisérgico. Un regusto de sabor ácido – pero del ácido bueno, de ese que no deja malestar en el paladar, sino aún más ganas de seguir degustando-, y cíclico, capaz de hacer entrar en trance a una sorprendida concurrencia incapaz de haber predicho, en la quietud de sus hogares, la experiencia sensorial a la que se enfrentarían aquella noche de viernes.
Hacía su entrada Isasa en el escenario del Teatro del Arte de manera casi anónima, confundiéndose con el público que aún tardaba en sentarse, vestido con una simple camiseta y unos vaqueros. Sin apartar su mirada del suelo, entre concentrado y tímido, el ex componente de A Room With a View aferraba su guitarra y empezaba con la afinación. Poco a poco, los murmullos de la sala iban cesando.
“¿Esto forma parte de la canción?” me preguntaba una mujer sentada a mi lado. Y es que hasta la afinación de la guitarra de Conrado Isasa sonaba bien. Poco después comenzaba su actuación, sin interlocución alguna, con “En el dique seco”. El silencio en el Teatro del Arte era ya total, y el madrileño desentrañaba “Las cosas” (La Castanya, 2015), con tranquilidad y sin ningún tipo de prisa ni duda.
Se trata de su primer EP tras quince años de silencio después de la ruptura con la banda de culto en los noventa A Room With a View, y el guitarrista, que comenzó su carrera en solitario atraído por los sonidos de la trompeta, maduraba en esta ocasión los acordes de su primer tema, de estilo casi blues del delta, con un marcado fingerpicking y la influencia de otros grandes como Missisipi John Hurt o John Fahney, con una pequeña versión jazz del “Lonely Woman” de Ornett Coleman. “Rodrigo se va a Taiwan” comenzaba justo después del primer tema, sin tiempo apenas para asimilar lo ocurrido, y continuaba sin que Conrado hubiese pronunciado palabra todavía con la contundente y definitoria “Las cosas que yo sé las sabe un tonto cualquiera”. No fue hasta el ecuador del concierto, ya con su weissenborn apoyada en las piernas, cuando Isasa se decidió a hacer una especie de hola-y-adiós: “este tema se titula Luces blancas vienen, luces rojas se van”. Me he dado cuenta de que es un tema de despedida, y se lo quiero dedicar a Ana Botella”. Risas entre la concurrencia.
Se despedía Conrado Isasa con “Danza de los habitantes de La Faena II”, el local que es ya casi segunda casa del guitarrista, dejando el escenario libre para Paracaídas, que comenzaban su actuación con apenas unos pocos minutos de diferencia.
Con una lámpara colgando del techo por cada uno de sus componentes, los chicos de Paracaídas empezaban su concierto-presentación tomándose con humor su famosa generosidad en cuanto a formaciones musicales: Miguel e Iñaqui comparten tablas con bandas como Atención Tsunami, Incendios y Karen Koltrane. Rodrigo, por su parte, lo hace con Incendios, Dol y Hestiu Roïn. Pablo se prodiga en Autumn Comets, Bel Bee Be y Karen Coltrane. Sinergias aparte, lo que estuvo claro desde el principio en el Teatro del Arte fue que aquella noche era de Paracaídas.
Así, la banda siguió fielmente durante la primera parte de su actuación el orden de su primer EP, “Pensamiento de paz durante un ataque aéreo” (Récords del Mundo, 2015). Título que, como bien se encargó de explicar Rodrigo (guitarrista de Paracaídas y parte principal, junto con Miguel, de la composición), proviene de un relato de Virginia Wolf. “Nos gustaría que nuestra música fuera un pequeño remanso de paz, con la que está cayendo ahí fuera”. Objetivo cumplido a base de slow-core y post-rock entremezclado, en ocasiones, con viejas grabaciones en francés de Florence Delay (en el caso de “Sans Soleil”). Un estilo, una personalidad, que les convierte en prácticamente los únicos músicos capaces de tomar el legado de la desaparecida banda de culto Migala.
Como pequeño auto-homenaje, los Paracaídas también incluyeron una cover de una de sus propias canciones en Incendios, “El aprendiz”, así como otras rarezas no incluidas en su vinilo. “Rompehielos” servía como falso final del concierto (que continuó con dos bises más) con un in crescendo memorable, demostrando la fijación de Pablo y Miguel por Radical Face durante su composición. Un simple “muchas gracias por venir” y un aplauso dedicado a Isasa sirvieron como punto y final para la actuación de una banda mezcla de poesía (no hay que olvidar que Miguel y Rodrigo editan sus propios poemas en Ochoacostado) y, cómo no, lisergia sonora.