“Ahora nos vamos y no hacemos nada. Esperamos un rato tras el escenario mientras aplaudís para que volvamos y nosotros volvemos”, decía Joan Enric Barceló segundos antes de abandonar el escenario de la sala El Sol por primera vez. Se acabó. Revelado uno los mayores misterios de la humanidad y que solo los músicos conocen. Así son Els Amics de les arts, unos tipos tan normales y alejados de las modas que podrían estar entre el público viéndose a sí mismos después de una jornada de nueve horas en un trabajo común pero que, en cambio, llevan una década surcando la fructífera ola del pop catalán con una tabla de surf formada por el mejor componente para aguantar a la cabeza: una consistente argamasa de fieles.
El cuarteto barcelonés llegaba a la capital no para “hablar de fútbol” -la ciudad parece últimamente más interesada en el baloncesto- si no para tocar frente a buen puñado de seguidores su “Només d’entrar hi ha sempre el dinosaure”, quinto álbum de estudio con el que han hecho el más difícil todavía; continuar con el nivel alcanzado en “Bed & Breakfast” y “Espècies per catalogar” y volver a ser éxito de ventas por tercer trabajo consecutivo en un país que apenas consume álbumes. ¿En qué consiste su éxito? La confianza, la clase que destilan los grandes temas pop que componen, su década como formación y su condición de tipos normales y extremadamente agradables se combina en un cóctel muy agitado y de medidas bien tomadas.
“El catalán no es chino. No es tan difícil de entender. […] Nadia Comaneci se dice igual en catalán que en castellano”, afirmaba un Eduard Costa que aparcaba por un momento el imperial moog y ejercía de showman junto a sus compañeros antes de interpretar una aclamada “L’home que treballa fent de gos”. Els Amics de les arts saben manejarse por igual en cualquier escenario y ante diferentes públicos. La sencillez y el descaro son las armas mediterráneas más poderosas para la conquista y saben explotarlas tan bien que parece que todo esté calculado. Un directo redondo.
En un repaso de éxitos de hora y media, Els Amics demostraron que no hay barrera idiomática en la música cuando es tan brillante como las canciones que son capaces de crear. El público, entregado hasta el punto de parecer un elemento más de la banda, coreaba cada tema con la agradable pasión que levanta una banda construida desde abajo, con cimientos fuertes y que ha ido escalando posiciones hasta convertirse en una referencia atemporal del pop catalán alejado de fenómenos y que ayer anotó un nuevo punto en una carrera que deberá contarse por décadas.