El asiduo a la música en directo sabe que los conciertos enmarcados en giras de presentación no suelen dar muchas sorpresas más allá de la que otorga el propio artista a la hora de dibujar sobre el escenario las nuevas canciones que han quedado grabadas en el estudio. Son las citas como las que ayer ofrecieron Devendra Banhart y Andy Cabic en el Teatro Lara de Madrid las que se guardan como pequeñas joyas en la memoria del asistente, shows con cierto aura de enigma y sin un plan establecido que valen para encontrarse con sorpresas, antiguos temas y hasta diálogos que se tornan en stand up comedy.
Para encarar una noche como la de ayer no vale cualquiera. En esa anarquía conducida por la improvisación en la que salirse de la tangente es un arte, Devendra Banhart es el emperador. El estadounidense y venezolano tiene la chispa necesaria para hacer de cada frase que suelta por esa boca oculta entre pelos una genialidad y convertir esos momentos de divagación entre tema y tema en momentos tan importantes como las brillantes canciones que hasta ahora han cargado su ya largo repertorio.
2013 trajo a un Banhart renovado con “Mala” (Nonesuch). El de Texas pareció volver a rebuscar en sus orígenes, recuperar la frescura y demostrar que aún guarda buenas melodías en la cartera. Ese retorno no terminó ahí. La búsqueda de sensaciones pasadas le llevó a iniciar una gira junto a Andy Cabic, líder de los interesantes Vetiver y amigo de Devendra desde hace más de tres lustros. Desde entonces, ambos han pasado los últimos meses girando por medio mundo, en museos y lugares con encanto en el que la enorme personalidad de uno y la maestría contenida del otro ofrecían shows únicos a cuatro manos con la única compañía de sus guitarras.
Con un Lara absolutamente lleno bajo una noche cálida, el de Houston supo tomar el timón de la velada y llevarla por donde quería, intercalando temas de la talla de “Baby”, “Mi Negrita”, “Quédate Luna” o la requerida “Carmensita” con el folk más tradicional de Cabic, perfecto escudero de la cita. Ayudó un público participativo y animado al extremo que parecía saber del humor de Banhart y que jugó un papel fundamental para convertir el teatro capitalino en una oda a la alegría por mantener la esencia que el músico se afana por no perder nunca.