Fieles en procesión, en masa, de gala y expectantes, acudieron al templo musical en el que se ha convertido el Teatro Lara para escuchar la palabra de su ‘santa’ preferida; una diosa de carne y hueso que dejó los nervios aparcados en capilla para demostrar que lo divino y lo humano a veces están más cerca de lo que parece.
Cuatro costaleros de excepción bautizados como Ramiro Nieto, Martí Perarnau, Miguel de Lucas y Víctor Cabezuel la llevaron en volandas y la empujaron hasta el cielo con su sabiduría musical. Cuatro compadres que han levantado otros muchos tronos y han sacado pecho en cofradías como The Right Ons, Mucho, The Sunday Drivers o Rufus T Firefly, entre otras.
La de Ùbeda llegaba para predicar por primera vez los versos y estrofas de “Santa”, un rosario facturado con perlas de distinto gramaje, con un toque mucho más arriesgado y juguetón que sus anteriores ristras musicales. Y así comenzó la liturgia calentando a la parroquia con “La Gracia” y “El Deshielo”; aunque lejos de enfriarse, los devotos allí presentes comenzaron a arrodillarse ante el poderío vocal de la jienense (bien patente en “Oh, Salvaje”), más aún cuando al altar subió el omnipresente Ricky Falkner, maestro de maestros y guitarra melódica en “El Frío”. Con las tres siguientes cuentas (“El Universo”, “Leñador” y “Rey de Reyes”) quedó claro que lo que le acompañaba a Zahara en esa procesión coral era una formación de mucha altura.
Intimidad, recogimiento y un silencio sepulcral le permitieron cantar sin amplificación las epístolas que en forma de canción siguieron después (en acústico y en solitario), con el consiguiente asomo de alguna lagrimilla de emoción entre su devota audiencia, sobre todo cuando hilvanó la primeriza “En La Habitación” con “Lucha de Gigantes” en un escalofriante homenaje a ese ángel llamado Antonio Vega.
¡Y de repente se produjo el milagro! Con un tempo y una cadencia envidiables los cinco oficiantes consiguieron que el “Billie Jean” de Michael Jackson sonara aún más sensual que el original… y en esto de seducir el californiano sabía bastante.
El tramo final de la ceremonia fue arrollador -potenciando la vertiente más electrónica de “Santa”-, con un “Hágase Tu Voluntad” que es la pura esencia de este tercer disco. Todo esto provocó que si había algún escéptico en la sala se tornara creyente en tan sólo hora y media de parábolas melódicas. El ritual tuvo su culminación con “Crash”, con los fieles puestos en pie dando palmas. Y como mandan los cánones en estas ceremonias, los protagonistas tuvieron que asaltar de nuevo el púlpito para seguir predicando con un par de cánticos añadidos que sonaron a gloria bendita.