En una ciudad regida por un deporte de 11 contra 11, dos hombres jugaron anoche un partido de toque y magia que poco tenía que ver con el tosco derbi. Mientras que en el fútbol el resultado poco tiene que ver con lo vistoso del lance, en el directo, subido sobre la tarima, hay que hacerlo bonito para salir con buen resultado. Y en eso The Dodos son maestros.
Los californianos visitaron ayer la madrileña Sala El Sol para presentar “Individ” (Morr Music, 2015) dentro del SON Estrella Galicia y, de paso, demostrar una vez más que no hace falta llenar un escenario de músicos para ofrecer las más cuidadas melodías. Lo que sí es necesario es contar con dos almas como las que componen The Dodos. La intensidad y alegría que desprende Meric Long al mando de la voz y las seis cuerdas y la maestría y recursos que maneja Logan Kroeber a la hora de desenvolverse con la batería. Qué complicado debe ser hacerlo parecer fácil.
En pleno centro de la capital, la dupla de San Francisco tuvo que esperar a que los cuartos de Champions finalizasen para subir al escenario de El Sol y repartir esa extraña mezcla de folk de raíz y pop de nuevo cuño que los etiquetadores profesionales llamaron weird folk y que tanto asombró a la escena independiente internacional; un género que en manos de Long y Kroeber sigue pareciendo, una década después, tan fresco y original como cuando toda una generación de nombres ocupaban las portadas de los principales medios especializados. Lo es porque tras media docena de álbumes su música parece no haber perdido la chispa y porque, además, sus directos siguen otorgando un derroche de frescura que se asemeja a la de un grupo novel.
En poco más de una hora de exaltación de la música, al dúo estadounidense le dio tiempo para dejar en Madrid las buenas sensaciones proyectadas en la grabación de “Individ”, -trasladado a la perfección al directo- y repasar con acierto grandes temas como “Black Night”, recogido en el aplaudido “No Color” (Wichita Records, 2011), o “Fools”, tema capital en su carrera, reivindicado por el público asistente y que puso punto y final a una noche de juego bonito a cuatro manos.