Brutal, singular y monosilábico. Así definieron hace unos meses Godflesh su álbum de regreso, “A World Lit Only By Fire“ (Avalanche, 2014), su primer trabajo en más de una década y el mejor gesto para celebrar su regreso tras la separación del dúo en 2002. Y de las tres palabras con las que definía el cantante Justin Broadrick su nuevo disco, fue la primera la que más resaltó en su concierto presentación en la Sala Cats de Madrid dentro del 981 Heritage SON Estrella Galicia.
Y es que no hay palabra mejor para resumir lo vivido anoche como brutal. Brutal en lo sonoro porque cuando la dupla inglesa se subió al escenario y comenzaron a tocar, los cimientos del local madrileño parecían tambalearse. Y brutal en lo intenso porque las cabezas de decenas de personas acompañaban cada golpeo que G.C. Green propinaba a su bajo en una estampa oscura y críptica que retrata toda la importancia que tienen Godflesh para la historia del metal industrial.
Antes de que los de Birmingham tomaran su trono como reyes de la noche más oscura a base de su mensaje futurista y casi apocalíptico, el joven cuarteto leonés, Balcanes, llevó su propuesta ruidista, descarada y esquizofrénica al escenario de la sala madrileña. Un año después de que sorprendieran con el siete pulgadas “Plataforma/Autopsia” (Discos Humeantes, 2014), su sonido parece haberse retorcido aún más. Expectativas altas las que generaron ayer.
Bajo una puesta en escena sencilla -tan sencilla que el escenario estaba vacío poco antes de subir-, Godflesh comenzaron a descargar el sonido tan pesado y contundente que les ha caracterizado durante décadas. La voz desesperada de Broadrick, apoyada bajo el inmenso mástil de una guitarra que debía sostener ocho cuerdas, fue desmenuzando los temas sin bajar de intensidad, siempre guiados por el dictado del ordenador que ejercía de director de orquesta y que tan icónico se ha convertido en un género en el que si la intensidad se mide por las horas posteriores que el pitido resuena en tus oídos, ayer tuvo sus cotas más elevadas. Todo sea por disfrutar de nuevo de una dupla mítica que demostró que nunca se toca lo suficientemente alto.