Scott Matthew es una de las mentes compositivas más sensibles que pueden escucharse hoy en día. El australiano tiene la capacidad de escribir sobre sentimientos como pocos pueden hacer y establecerlos en lugares comunes. Escribir para el alma describiendo el entorno. No resulta pomposo sino mágico y la melancolía de su voz rodea su música de un carácter especial que ha alcanzado su mayor cota de genialidad con “This Here Defeat” (Glitterhouse, 2015), primer álbum con material nuevo en cuatro años que presentó ayer en Madrid dentro del 981 Heritage SON Estrella Galicia.
Cuenta Matthew que los teatros antiguos son el lugar en el que más le gusta tocar y fue el Lara el elegido para que el cantautor mostrase toda la melancolía que supuran sus canciones y un humor lleno de ironía que poco tiene que ver con la tristeza romántica y hasta tormentosa que uno intuye en cada una de sus frases y que espera encontrarse en su comportamiento en directo. El de Queensland, pese a cierta timidez inicial, es un animal del escenario. Consigue convertirlo en un lugar íntimo en el que lanzar como secretos la belleza de sus temas.
Apareció bajo el foco del escenario un tipo alto, desgarbado y oculto bajo una creciente melena que se apoyó en un taburete con la maestría de un cantaor. Mientras el chelo abría los primeros acordes de “Effigy”, Matthew preparaba su voz agrietada. Un arma que parece a punto de romperse pero que nunca llega a hacerlo. Y potente. Espectacularmente potente. Con ella repasó casi la totalidad de su mejor y último trabajo, cargado de grandes temas de la espectacular y central “Skyline”, “Soul To Save”, la musical “Bittersweet” o “Constant”, considerada por el propio artista como su canción favorita del álbum.
Cuando las canciones de este último trabajo iban cayendo sobre un patio de butacas lleno, Matthew iban introduciendo otra de sus grandes facetas; hacer suyas canciones que poco o nada tienen que ver con su estilo. Si en “Unlearned” (Glitterhouse, 2013) hacía una estupenda colección de versiones, en el directo de ayer dobló la apuesta y presentó otro buen puñado a las ya escuchadas “Anarchy In The UK” (Sex Pistols), “Darklands” (The Jesus & Mary Chain) o “ I Wanna Dance to Somebody” (Withney Houston). Matthew metió en su tarro de las esencias “Into My Arms” de Nick Cave o la histórica “Everything Happens to Me”, interpretada tantas veces por nombres de la talla de Chet Baker o Frank Sinatra. Cualquier otro habría corrido el riesgo de convertir un concierto como este en un karaoke. No Scott Matthew, un artista tan personal como grande que ayer volvió a dar una lección de amor a la Música.